En nuestro viaje a Costa Rica tuvimos la oportunidad de conocer, entre mucha gente maravillosa, a los hijos de mi amigo José Miguel y su esposa Maritza. Llegamos con la lluvia a su casa, a quedarnos una noche. Fuimos anunciados como “los tíos” que llegaban de visita; cargados de frutas, galletas y cereales de varios colores. Pasamos felices y practicamos cocina de panes dulces, armamos rompecabezas, leímos un librito sobre peces y por la mañana hicimos yoga. Al despedirnos, vi que en el carro teníamos dos monedas de 100 colones, que en realidad no alcanza sino para comprar una chupeta. Le entregué una moneda a cada uno de los niños y les pregunté qué planes tenían con ese dinero. "Al chanchito", dijo Mariana de 6 años. Isaac que sólo tiene tres años, muy seguro y a media lengua, expresó: "comprarme una bicicleta". Fueron unos días inolvidables, del Atlántico, al Pacifico, del Occidente al Oriente. Costa Rica es un país maravilloso por su flora, fauna, gente y paisajes. Las vías terrestres no son las mejores y para todo hay dos valores: uno para los locales y otro para los extranjeros. En nuestras últimas horas en tan hermoso país, revisé todo lo que tenía para las últimas propinas. La camarera, el conductor del transporte al aeropuerto y el maletero. Tenía en mi bolsilllo un billete que le entregué al conductor. Mi billetera estaba vacía, me di cuenta que sólo tenía tres moneditas para el maletero. Era un señor mayor y se veía cansado. Le entregué las monedas con mucha pena, diciéndole que me disculpara, pero que no tenia más dinero en mi mochila. Enfurecido me dijo: "esto es mi propina?". Sentí como si le hubiera entregado un pedazo de boñiga de chancho. "Al chofer le dió 2 mil", me dijo en forma de reclamo. Discúlpeme señor, le repetí, es todo lo que tenemos. Mi esposo, que no habla español no entendía lo que pasaba. El maletero parecía prendido con las llamas del infierno. Era una situación no solo triste sino bochornosa. No teníamos nada para recompensar la gran ayuda empujando un carrito con dos parapentes y una maleta, evadiendo agravar la hernia de mi marido. Quise convertirme en mi bella genio y crear de la nada uno de los billetes de Costa Rica que tienen un oso perezoso, con el que se puede comprar dos buenos almuerzos. Esto no podía estar pasando. Qué despedida tan amarga! Pensé en parar, gritar y cargarme las maletas yo misma. Pero no lo hice y la escena siguió su curso. El maletero empezó a hacer burla cuando le dije que por favor entrara en la fila de clase ejecutiva. Se puso aún más furioso y empezó a decir frases insultantes, llenas de odio hacia los “ricos”. Quise agarrarlo de una oreja y buscar al supervisor. Públicamente me disculpo con el maletero del aeropuerto de San José. Hubiera querido que recibiera una buena propina, no unas monedas que evidentemente lo insultaron. Hubiéramos sacado más dinero del cajero o distribuir mejor los colones que teníamos en efectivo. Según las estadísticas, el 75 por ciento de la población de Costa Rica vive del turismo. Me sorprendió el conductor que nos llevó de playa del Coco a San José, que al preguntarle dónde iba el y su familia a pasear me respondió: "los ticos no salimos de turismo. Es muy caro para nosotros. No podemos darnos ese lujo". En el primer hotel donde nos quedamos, le pregunté al que atendía el bar que cómo estaba. Me contestó con un tono de amargura: "no tan bien como ustedes qué están de vacaciones". Y le dije: si señor y muy merecidas, nosotros trabajamos duro y parejo! Qué bueno es tener trabajo, no le parece? Pienso en la gente que quedó sin empleo por la pandemia o las personas que no tienen para comprar algo de comer… Se quedó mirándome y dijo: "tiene razón, no lo había pensado de esta manera". Deseo que al maletero le llegue la propina que se merece por su trabajo cargando maletas. Que el chofer pueda pasear con su familia. Que el de las bebidas tome vacaciones y que Isaac se compre su hermosa bicicleta. Deseo que las personas reciban lo que sueñan y todos nos animemos lo más felices que podamos.
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Author: SOFIA PUERTAI believe in the power of words. Let our actions speak for us. Categories |