Marcos fue donde los arboles crecen y llegó a la casa del maestro verde. Así llamaban la viejo, o joven, sabio; nadie sabía a ciencia cierta la edad del ermitaño, ya que unas veces parecía grande y maduro y otras veces actuaba como un niño, travieso y juguetón.
Marcos andaba en búsqueda de una medicina que aliviara varios dolores. -Dolor en dónde? Preguntó el Maestro. -En las piernas, por todo lo que he andado para llegar hasta aquí. -Y antes de llegar aquí, donde tenías dolor? -En la espalda, por estar tanto tiempo sentado, también en las rodillas por no mover las piernas, también en la cabeza por tratar de leer libros que no me interesaban y que me obligaban a estudiar. -Ahh comprendo- dijo el sabio y le pidió que lo siguiera. En su jardín le mostró una planta para curar la rabia. A Marcos le daba rabia algunas veces cuando las cosas no salían como él quería y aun más rabia cuando la gente hacía tonterías. -Si rabia, de esa necesito- confesó en voz alta. En otra sección del gran jardín el maestro le mostró la plata que cura la envidia. Uy si, la envía. Marco la conocía y sabia el dolor que causaba. -De esa necesito también y debo llevar extra para algunos amigos. -Sí, de esta es bueno tomar de vez en cuando-, dijo el sabio. Pasaron al otro lado de la verja y el maestro le mostró la plata para el cansancio. -Oh, si, claro, el cansancio produce mucho dolor, me llevare una dosis de esta. -Es conveniente- dijo el maestro verde. Y señalando otra dijo:-Esta chiquita es para el rencor, es muy importante tomarla. -Oh sí, dijo Marco, el rencor, eso que nos hacen y no podemos perdonar. Es una cuestión de querer, dijo el sabio: -Perdonar es querer. Hay otra plata muy poderosa, esa es para la risa, te hace dar carcajadas y sirve de analgésico para las tristezas. -Uy que maravilla!, dijo Marco emocionado, -de esa estaría bien llevar varias y compartir con mis amigos, mi hermano y mi mamá. Claro, dijo el maestro, hay otra muy poderosa pero me temo que esa no la tengo ahora, crece solo por pedido y hay que tener las condiciones necesarias para que la plata produzca. - Y para qué sirve?- preguntó Marco. Ahh esa es para la felicidad. Se llama el lirio del espíritu y de su fruto se saca el jugo que se toma una sola vez. Una sola. Repitió. Con el lirio hacemos una ceremonia especial, muy especial. Al parecer la curiosidad de Marco llamó la atención del ermitaño, quien lo invitó a pasar la noche en la cabaña. Marco decidió quedarse para no tener que acampar afuera y poder disfrutar del calor de la chimenea y un buen chocolate caliente. Al otro día se levantó y vio los frascos marcados: Piernas, rodillas, espalda, cabeza, cansancio, rabia, envidia, rencor, perdón, alegría. -Uy que maravilla todas estas medicinas, lástima que no haya la de la felicidad- pensó El maestro entró con una taza de aguapanela de desayuno y le dijo: -la medicina de la felicidad es las más poderosa. Por ella tendrás que venir, si quieres, en un año. Marcos metió los frascos en su morral y regresó a la ciudad para compartir las potentes medicinas con sus amigos. Le dejaron de doler las piernas y las rodillas, la espalda y la cabeza, vivía riéndose a carcajadas y ni rabia sentía. Un día se le acabaron las medicinas, y fue por más y fue cuando se dio cuenta que el sabio se había ido con plantas y del jardín no quedaba nada. Sólo habían pasado dos meses. -Maldito viejo, a dónde se fue?- Pensó. Desesperado por encontrar mas medicina, sobretodo la de la rabia y la de la risa, decidió buscar un yerbatero en un pueblo cercano. Incluso buscó por Amazon.com pero no vendía medicina con tantas especificaciones y no estaba garantizada. El yerbatero le dijo que tenía un líquido que cubría todos los dolores, físicos y del alma. Y le vendió lo suficiente para que tuviera la dosis diaria. Pasaron 10 meses y Marcos contaba las horas para volver donde el tal maestro verde. Subió la colina donde crecen los árboles, llegó a la cabaña y tocó la puerta. Qué alivio sintió cuando el sabio le abrió. -Has vuelto, me alegra verte- le dijo sonriendo y al cabo de un silencio profundo añadió -Debes dejar todas las medicinas, practicar ayuno una vez por semana, bañarte con agua fría, hacer sudar tu cuerpo durante media hora cada día, decir la verdad y actuar con buena onda siempre. Y quiero que trabajes para mí. Uy- pensó Marco- ahora este anciano quiere que me quede aquí estancado trabajando para él gratis. Ni mierda! Yo tengo muchos planes y mis amigos me están esperando con la medicina. Qué se cree este viejo huevón? Pero a pesar de todo, Marcos decidió quedarse y seguir la guía del maestro. Al cabo de seis meses el lirio floreció radiante y perfumante, y dio un fruto brillante. Marco no sabía si se lo iba a comer, a untar, a fumar, a tomar o qué. -Ninguna de las anteriores-dijo el maestro. Este lirio no te lo llevas en frasco, te lo llevas incorporado. Ahh carajo-, pensó Marco- Me lo voy a inyectar pero no me gustan las inyecciones. -No, a este lirio lo vas a mirar, media hora cada día y cada noche. Explicó el sabio. Qué pereza, pensó Marco- Además de haberle ayudado a este viejo con el jardín, haberle cocinado, enfrascado medicina, haber parado de tomar, ahora debo sentarme a mirar esta berraca mata? Motivado por una extraña curiosidad, Marcos se sentó cada día y cada noche y miró el lirio envejecer y finalmente marchitarse. Entonces se dio cuenta que la vida es así: unos se quedan tomando medicinas, otros anestesian los dolores y otros siguen buscando curas afuera de ellos, cuando en realidad se trata de observar. Observar la vida como se nace, uno crece, goza, sueña, se empelicula, vuelve a soñar. Y delante de cada instante que pasa está presente el lirio del espíritu, la medicina de las medicinas, para recordarnos que aunque haya dolor y rabia, rencor y envidia cuando se llega el centro del espíritu, hay todo, hay felicidad. Te deseo que veas el lirio, que lo observes y que entiendas que la felicidad viene del centro del espíritu.
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Author: SOFIA PUERTAI believe in the power of words. Let our actions speak for us. Categories |